Muchas de la cosas que
realizamos para estas fechas navideñas son fruto de una tradición que a muchos
parece quitarle el juicio, gastos excesivos para una cena que solo agota
nuestras energías y nuestros bolsillos. Acostumbramos enviarles cena ese día a
personas del vecindario que hace meses ni saluda, pero hay que cumplir carajo
con una jodida tradición.
Tenemos que tomar alcohol y de
a mucho (hasta que salga el sol), incluso hasta los niños toman como si fuera
algo normal.
Pero la parranda es como “La historia
sin fin”… ¿la recuerdan?
Muchos se quedan en el camino,
accidentes en motocicletas, automóviles y demás. La alegría se vuelve lamento
por la imprudencia de aquellos que piensan que la navidad es sinónimo de
exceso.
Pero lo más encantador sucede
el fin de año; ya agotado el presupuesto por la larga parranda, ahí viene la
visita obligada al prestamista (20% de interés), ahora ya sin la barriga llena,
los bolsillos vacíos y un montón de deudas…a salir a abrazar a todo el mundo, e
incluso a quien se pasó todo el año criticándote y acabando contigo; simplemente
porque llegó el año nuevo.
Y ahora, con el año nuevo,
viene el otro golpe…“Los Santos Reyes”.
Nueva vez a visitar al
prestamista más cercano, dos o tres plegarias para que te preste de nuevo, y
los muchachitos que no saben que es al 20%, pidiendo juguetes caros.
Definitivamente tenemos que
encender esa parte del cerebro que parece estar apagada, la de la razón, o más
bien el sentido común.
¿Qué nos pasaría si el 24 hiciéramos
una cena sencilla? Sin coger tanto calor ni gastar tanto dinero, de seguro tendríamos
a una señora de la casa más descansada, disfrutando su navidad y a una familia
menos endeudada o con algunos ahorros para el año nuevo.
…¿Y usted?
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