El método científico nos ha
demostrado su validez en innumerables ocasiones desde que quedó firmemente
asentado en el siglo XVII.
Entre sus premisas más importantes merece la pena
que destaquemos la experimentación, la medición, el análisis y la formulación
de hipótesis, unos
principios que nos han ayudado a alcanzar el nivel de desarrollo científico y
técnico que tenemos actualmente.
Aun así, no
es infalible en la medida en que los científicos son seres humanos, y, como
tales, tampoco lo son. Sin embargo, cuenta con las herramientas apropiadas para
«protegerse» de la aceptación de conclusiones erróneas: la reproducibilidad, o la capacidad de un
experimento de ser repetido en múltiples ocasiones por otras personas y en
lugares diferentes, y el falsacionismo,
que nos ayuda a discriminar qué tiene base científica, y qué no es ciencia.
Me parece
interesante dedicar unas líneas de este artículo a nuestros principios
científicos porque pueden ayudar a muchas personas a aceptar con menos reservas
la conclusión a la que han llegado los científicos del Programa Nacional de
Toxicología de Estados Unidos: no
existen evidencias científicas que respalden una relación
causa-efecto entre el cáncer y la radiación por radiofrecuencia emitida por
nuestros teléfonos móviles.
Si no eres una rata macho no tienes por qué preocuparte
El
experimento llevado a cabo por esta institución estadounidense ha sido
realizado por encargo de la FDA (la agencia que se encarga de la regulación de
los alimentos y los medicamentos), y ha consistido en exponer a un número
elevado de ratas y ratones de ambos sexos a la misma radiación por
radiofrecuencia que emiten nuestros smartphones cuando nos conectamos
utilizando las tecnologías 2G y 3G. Eso sí, la exposición ha sido irreal por exagerada: estos animales han
sido «bañados» en esta forma de radiación durante nueve horas al día, sin
descanso, y por un período de dos años.
Antes de
seguir adelante es importante que recordemos que ninguno de nosotros, por mucho
que utilicemos nuestro teléfono móvil, estamos expuestos de una forma tan
agresiva a esta radiación. Y, además, la radiación por radiofrecuencia es de baja energía y no ionizante, por lo
que su peligrosidad es muy inferior a la de, por ejemplo, los rayos X que nos
«bombardean» cuando nos hacemos una radiografía, y que pueden llegar a dañar
nuestro ADN si se administran en dosis excesivas.
Lo
interesante de todo esto es que, ni siquiera en estas circunstancias tan
agresivas y excepcionales, los científicos han podido apreciar evidencias que
relacionen la aparición
de determinadas formas de cáncer con la exposición a la radiación por
radiofrecuencia. Al parecer, algunas ratas macho en particular, y no
las ratas hembra ni los ratones, sí se vieron afectadas por determinados
tumores, pero su incidencia no fue lo suficientemente importante como
para establecer una relación
causa-efecto.
Además,
debemos tener algo importante en cuenta: una rata de dos años se encuentra en
un período de madurez equiparable al de una persona de unos 70 años, por lo que esos tumores pueden estar
provocados por el envejecimiento u otras enfermedades derivadas de la edad.
El informe
elaborado por los científicos del Programa Nacional de Toxicología aún es un
borrador, y tendrá que ser contrastado en el futuro por otros experimentos
idénticos o similares, tal y como establece el método científico. Pero hay algo
que sí podemos concluir: nuestros
móviles no provocan cáncer. Por el momento ninguna evidencia científica
apunta lo contrario, por lo que podemos continuar usándolos con tranquilidad.
Fuente:Xataka.com
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