Nuestras vidas se basan en torno al calendario romano: nuestros
cumpleaños, nuestros aniversarios de boda y nuestros festivos son días
del calendario
gregoriano creado por el Papa Gregorio XIII, que a su vez es una
modificación del calendario
juliano de Julio César introducido en el año 45 a. C. Es por
eso por lo que los nombres de los meses del año provienen de dioses, líderes,
festivales y números romanos.
Si alguna vez te has preguntado porque nuestro año tiene 12 meses pero
termina con septiembre, octubre, noviembre y diciembre (nombres que significan
séptimo, octavo, noveno y décimo, respectivamente), la culpa es de los romanos.
En sus orígenes, el año romano solamente tenía diez meses y se dice que
fue creado por Rómulo, el legendario primer rey de Roma. Según la
leyenda, Rómulo llamó al primer mes Martius como tributo a su
propio padre Marte, el dios de la guerra. A este mes le seguían Aprilis, Maius e Iunius nombres
derivados de deidades o aspectos de la cultura romana. Sin embargo, los meses
siguientes llevaban simplemente el nombre de quinto mes (Quintilis),
sexto mes (Sixtilis), etc. hasta llegar al último mes de diciembre.
La introducción de dos meses adicionales, Ianuarius y Februarius,
al principio del año se le atribuye a Numa, el segundo rey de Roma. A pesar de
que ahora el calendario romano pasó a tener 12 meses, se dejaron los
nombres numéricos de los últimos sin cambios.
Dioses y rituales
Mientras que enero toma su nombre de Jano,
el dios romano de los comienzos y los finales, el mes de febrero viene de la
palabra februum (purificación) y februa, los
rituales o instrumentos utilizados para la purificación y que
formaban parte de las preparaciones para la llegada de la primavera en el
hemisferio norte.
Durante los rituales de februa se utilizaba espelta y
sal para limpiar las casas y los sacerdotes se ponían hojas a modo de ropa. En
las fiestas de las lupercales, cada 15 de febrero, varios muchachos, a modo
de procesión y sin ninguna ninguna vestimenta más que una capa de
piel de cabra, iban por los lugares sagrados azotando a las mujeres que se
encontraban por el camino con tiras de piel de cabra a modo de juego. Se
pensaba que esta peregrinación nudista de la antigüedad purificaba la ciudad y
estimulaba la fertilidad.
Ni siquiera los romanos se ponían de acuerdo sobre los orígenes de
algunos meses. Había una leyenda que decía que Rómulo le puso el nombre a Abril
por la diosa Afrodita, que había nacido de la espuma del mar (aphros en
griego antiguo). Afrodita, Venus para los romanos, era la madre de Eneas, quien
huyó de Troya a Italia y creó el pueblo romano. La otra versión era que el mes
venía del verbo latino aperio, "abro". El poeta
Ovidio escribía:
Dicen, que le llamó Abril de el tiempo abierto: A el
qual la santa Venus afirma echada la mano. Ella, ciertamente dignísima, modera
todo el Orbe: Ella tiene reinos a ningún Dios inferiores.
Había discusiones parecidas sobre los orígenes de mayo y junio. Según una
historia, Rómulo puso estos nombres en conmemoración de los dos tipos los
hombres romanos: los maiores (los mayores) y los iuniores (los
jóvenes).
Sin embargo, también se cree que estos meses provienen de dos deidades:
la ninfa Maia, conocida como la diosa de la primavera, recibió el mes de mayo;
mientras que Juno, la diosa de la maternidad y de la guerra, recibió el mes de
julio.
Pretensiones imperiales
Los nombres numéricos de los meses de la segunda mitad del año no
sufrieron cambios hasta el final de la República Romana. En el año 44 a.C. se
cambió el nombre de quintilis por iulius para
celebrar el mes en el que nació el dictador Julio César.
Este cambio sobrevivió al asesinato de César (y a la indignación del
orador Cícero, quien se quejaba de ello en sus cartas). En el año 8 a. C., el
hijo adoptivo y heredero de César, el emperador Augusto, hizo que se
cambiara el nombre de sextilis en su honor. Augusto no había
nacido en agosto, sino en septiembre, pero fue el mes en el que fue nombrado
cónsul y en el que subyugó Egipto.
Este cambio hizo que hubiera cuatro meses libres para emperadores
posteriores (septiembre, octubre, noviembre y diciembre), aunque ninguno de los
nombres llegó hasta nuestros días. El emperador Domiciano le puso germanicus al
nombre de septiembre, el mes en el que se convirtió en emperador y en honor a
su victoria en Alemania; mientras que con octubre, su mes de nacimiento, fue
más modesto y le puso su propio nombre: domitianus.
Sin embargo, la arrogancia de Domiciano no es nada si la comparamos con
la del megalómano Cómodo, quien cambió el
nombre de todos los meses con sus títulos imperiales, entre los
que se incluyen amazonius (enero) and herculeus (octubre).
Si estos nombres hubieran sobrevivido tras la muerte de Cómodo, ahora no
tendríamos el problema de tener meses cuyo nombre numérico no tiene sentido,
pero celebraríamos la navidad el 25 de exsuperatorius ("el
vencedor supremo").
Autor: Caillan Davenport, Universidad de Macquarie.
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